22.7.08

Por encargo: 007 FINE

Debido a que en la Estación Omegalpha recibimos mails de simpatizantes que pidieron la continuación del relato iniciado en el post previo, aquí va la segunda fase con su final de segunda selección.
Este relato, tras diez años de letargo, vuelve a aparecer entre nosotros para volver con similar rapidez a su incubación forestal, nadie sabe hasta qué señal o portento, venida de rAhAn y sus cometas.
Con curiosidad infinita,
Sor Lalita


007 y Vero
(continuación)

-Por ejemplo poníamos en peligro a James- dice Niko en su primera intervención testimonial-, inclusive desde lo más trivial como era la obligación de identificarnos en tantos puertos: perdería así su anonimato de veraneante, se acercaría a las Antillas y sería capturado por el sol del próximo film o por films del pasado, además de recapitulaciones de su heroísmo menos marica. ¿Volvería de un día para otro ese impostado campeón de las mujeres, súbitamente re-despertado por la necesidad de una actuación inmediata para la salvación de Vero, con el peligro que implica arribarse con todo, velero y amantes varones, al Caribe que lo pide y reconoce?
-Aquella noche en el bar Lesbos, cuando conocimos a las dos- vuelve James a la noche clave-, sentí que lo de las mujeres conmigo, lo de ellas con el de la serie, podía ser real sin cámara delante ni zooms de aproximación, podía emocionarme ante esa noticia inesperada de mi cuerpo, enaltecido bastante. Había tomado mucho a las dos a.m., a esa hora temprana estaba ebrio y lúcido, ultradicha a vapor, pero ante cualquier duda: satisfecho por el ácido pontificial -póntico y solar- comprado al salir, y en esa combinatoria de estimulantes bailé todas las cosas, desde un melódico hasta un renegado, mientras ella se contorneaba, desenfrenadora de corrección y de erecciones diseñadora, rebuscándome el amperaje suyo desde abajo aureolando su irradiancia naranja, de camarón bajo el agua ... Me lo tomé en serio (fue mi chiste), la rodeé con la seguridad que dan los momentos de inercia deslumbrante, le dí una pared para tostarse el aura, esperé al segundo el resultado y se tiró contra la laja encendida, con su blanda médula serpeando despacio, le dije entonces que estábamos muy cómodos, pero que en la playa, con la luna que espoleaba, estaríamos mejor. Y sé que luego, sobre esa alfombra de cebras dinamizadas, Leonel nos vió.
Leonel no dice ni fuma.
-Cayena es tan maravilloso- comienza Niko, desviando con entusiasmo-, su restaurant marroquí con tragamonedas, sus chicos-chica atendiéndolo, las cosas preparadas para el trío único ... Todo esto hizo que James se volviera sobre nosotros más que antes, más inclusive que en el Cabo. Volvimos sobre lo que se había arreglado para las vacaciones, sin distraernos con las groupies incidentales de siempre. Salimos entonces varias noches, Leonel, James y yo, nos dimos cuenta que el Casino nos hacía olvidar de las dos chicas, de Déborah que aguardaba la cuadratura de su venganza, de Vero que esperaba el triángulo de resurrección en la selva. Una semana entera en las manos del crupier flageló el ánimo de Déborah, ya que dejábamos a Vero catatónica en un cofre de mimbre, oteando entre las ranuras, de manera que gracias a estas desatenciones deliberadas nos encontramos frente a una situación que preferiría la relatara un criminólogo.
-Estábamos en la habitación ventilada del hotel (ventilada por el viento cósmico de la siesta)- dice James- y teníamos, desde hacía días, el cadáver semitieso de Vero bajo la cama matrimonial y dejábamos a Déborah vigilando a la momia pulsante. Nosotros, hacia el anochecer, solíamos regresar muy excitados: buena levantada de dinero y bromas agrias en las cercanías de la zombie. Y sino recordá, Leo, esa rima estúpida que escanciaste al mirarle con falsa compasión el humoso ojo izquierdo entreabierto: "Una zombie es la mejor esclava: con un ojo te guiña y con el otro te da fuego".
-Sí, yo lo recuerdo- dice Vero y se resume en la mudez.
-Sigo: esa tarde tan de siesta abrasadora, estábamos afiebrados, bien pedantes como latinos ricos a mediamañana, con las colonias alcoholíferas quemándonos las nucas. Pero vimos, que además del chiste, eso de estar gozosos era el colmo para la lésbica viva, jamás podría aceptar nuestra frescura si a la vez teníamos a Vero resecándose en su catatonia inducida, disfrutando nosotros de ganancias y pérdidas y de franca homosexualidad recuperada. Aquí es entonces donde se dió entrada el espíritu de venganza en el cuerpo de Déborah, el film de 007, el stress revisitado: esa misma mañana ella disparó sobre Leonel y lo mató. Yo: grité a nadie, a cualquiera, y una bala de mi Smith hacia Niko (sin notarlo, sin desactivar muy bien el automaton) porque él, sin dudarlo, sacó su arma y le disparó a matar a Déborah y no quise que lo hiciera: entonces le disparé (nunca a matar): lo maté sin embargo, mi Smithy mi calibre de esclavo recuperado.
-Bien lo recuerdo- interviene Niko, sin remordimientos.
-Entonces quedamos: yo vivo, y ella, Verónica, semiviva en su trance de suspensión. Los demás muertos en una sola jugada con tres cámaras.
-Es fácil, ¿no? -dice Vero-. Se debe entender así la evidencia de mi victoria: llevarme a James a la selva, internarlo conmigo, hacerlo mío desde la vida suspensiva, comandarlo desde esta inmovilidad sin embargo acechante. Véanlo ahí entonces llevándome hace unos meses, hacia una de las primeras reservas de susurradores de árboles, mi victoria secreta y personal contra Leo y Niko ...
Vuelvo -dice James- a esa noche fundamental de la llegada al bar, porque es útil recordar cómo daba la luna en los torsos y tabiques nasales de Vero y mío, rodando en la orilla hacia la primera espuma del alba, porque esa belleza tatuada en todas las epidermis de la hora determinó su decisión –la de Leo– cómo un brillo demasiado exasperante por lo bello que deja tan aparte, puede inclinar la inyección del veneno. Y fuimos, después, a caminar con Vero, por esas playas abrumadas, aún con luna no se veía más que una lechada metálica pulverizada a la millonésima, y Leo, Leo estoy seguro que nos seguiste ....
-Estaba con Niko- dice imperturbable -.
-El asunto, entonces -continúa James, reorganizándose-, es ponderar los efectos fotográfico-afectivos de la noche en la decisión de Leo, como una determinante fundamental de su extravío.
-Mejor continúe con esas sus comprobaciones de esa noche- le digo, evitando su pavoneo poetizante.
-Ella sabía que yo era 007, que deseaba pasar unas vacaciones especiales y que ella las enrarecía. Y sabía que uno de mis acompañantes era un brujo, porque lo vió, me dijo, persiguiéndonos por la playa, dándonos alcance con su voz cansada corriendo agazapado y rodando y vibrando: "Taphtartarath", a la carrera y a los tropiezos. Luego Verónica agregaría otras palabras que mediumnizaría como en una suerte de sopor sexual, aunque yo intuía una significación banal o un nonsense de sibila.
-Es decir que se quiere colar un trabajo de brujería- murmuro -.
-Yo jamás lo fui- se defiende Leonel-, jamás fui brujo sino observador de brujos, lector de buhoneros ...
-¿Creer o no creer en la alucinación? -le pregunto, auscultando-.
-La alucinación es lo de menos- improvisa Leo, divirtiéndose un poco-. Aunque por ejemplo, si el sol, cualquier sol, da de golpe en el cóncavo del ojo, no se puede sino acusar recibo, por ceguera, de la existencia palpebral de ojos de Horus en las células, entre los bastones y conos, que hace deponer la vista a favor de un celuleo fotosensible y móvil. El ojo tiene sus propias ideas y planos, claro, que haríamos muy mal en llamar alucinaciones.
-¡Es una respuesta bruja! -afirma Déborah-. Creo, y esto sólo por una obsesiva observación de mi enemigo, que un practicante se evidencia por una confluencia de estilos que van desde un desmesurado ejercicio de lo mímico-gestual (y los mimos quedan afuera de esta furia), recogimientos súbitos en una ajenidad vacante atravesada de fragmentos en colisión provenientes de otras dimensiones, un arte de la cháchara artificiante o lengua de enroscamientos, argoticerie, aunque no por capricho aleatorio sino por exigencia de la miríada de colisiones entrevistas (a las que ajustan la cuerda), como se demuestra en la respuesta-bruja antedicha. Se responde a lo preguntado más por un milagro tangencial de la hiperbólica del fuego, que por una concentración desbrozadora en el punctum. Dígase: para un brujo todo punto es un ovillo o enredadera.
-¿Huir o no huir de las noches de la selva?- le pregunto.
-Por ejemplo: si la selva está en el punctum (como sugirió la exagerada), no hay forma de huir de la selva aunque sí de embrutecerse. Y si las noches de la selva son rechazadas es apenas una forma trabada de registar sus potencias. Pero la noche de la selva es el imperio de la huida: quien entra a ella huye creador en la huida.
-¡Responde por fórmulas!: es brujo- insiste Déborah mientras Vero suspira tras la mortaja, acongojada.
-Yo soy la momia de este rito -dice Vero, resurgente de quebrada voz-. Soy de la catatonia herbal pero poseedora de James en la selva de baobabs. Mi brujería accidental se volvió más injerente que el praparado chamanismo terciario de Leo: 007 se autoencanta en la selva de Cayena con el dios inmóvil de mi cuerpo, al que ya no quiere -¿no es cierto?-, volcar hacia la cura de los heterodoxos. Mi cuerpo (y ya no sé si hablar de "mi cuerpo" o de una pieza hipersensual) es un receptáculo tan perfeccionado, perfeccionado por él, por sus lentos ataques devotos durante las madrugadas, que no puedo sino dar paso a una desimplificación efectista del concepto de victoria -de victoria parcial, la única que existe-: vence quien enrarece lo existente pero éste es vencido por el que existe en el raro y desde allí vincula. ¿Hay algo ahora que me describa mejor? Y James va de las series antillanas a nuestro refugio como si estuviera regalándose un Tarzán del alma, y del refugio en-la-de-nuevo-maraña, un templo casi, hacia el set caribeño, claro que renovado, no tanto por saeta de amor como por saberse, como antes nunca, un humano tomado por algo tibio y palpitante, ¿una deidad afro, James?
-Bueno ... -balbuye el trinúmero- ... sé que es frecuentada por otros en la selva, se puede argüir que por un trato explícito de cuidados en mi ausencia, pero ante todo los heterodoxos la tocan porque la presienten como una diosa semiviva de un lado y del otro una diosa sin lado oscuro, pero con reveses anfibios, casi con un consumado plus de gemidos o respiración sibilante, es decir sibila además y como si poco fuera silbadora. Ellos, los de selva adentro y sexo afuera, la llaman Fizz por onomatopeya de la respirante, y la construcción heptagonal en la que yace -y yacemos juntos los fines de semana- es hoy un lugar de arribo para los ocho o diez del asunto. Así que Leo: tu brujería es nada comparada a esta fábrica.
-Sin embargo nos extrañás- dice Niko, a media voz -, y te arrepentís aún ahora de haberme matado y digo que más que la brujería de Leo, lo que aquí es juzgable es la completa vulgaridad de tu asesinato, ya un índice de decadencia como 007 envidiable, el que se suponía de mayor envergadura por la prestancia para el error evitado.
-Sin embargo me presto al error siempre que puedo- replica James -, y me libro a ese riesgo para templar mi estilo, lo que significa que nunca me entregué a lo versátil coronado para evitar el error, sino por educir un plan de naturaleza en una espesura que abomina los senderos: allí no soy 007 sino que al cero triplico.
-Decí que sos puto- dice Leo, sin más cohartadas.
-James no es puto ni casanovas- interviene sin ahorrarse veneno Déborah -. Es algo menos que una cifra o un nombre, algo más que un potro. Es un puro tono.
-Hable del culto- le digo a 007.
-Primero se ve el cuerpo de la diosa y se lo reverencia respirándole los vapores, entonces las velas las enciendo. Segundo se hace de la piel una gnoseología del tacto, emparejando el platillo del temor con el del vértigo, conocido por los que mejor temen. Tercero se la labializa, se la besa con palabras de poder extraídas del temblor de los labios, luego se la inclina de un lado y otro para dorarla con el almíbar salival del ofita. Cuarto, quinto y sexto: se improvisan, a cuenta del talento y la técnica adquirida, modalidades de intercambio y absorción de escamas adeneicas por vía de sexo anorgánico. Séptimo y último: se habla bajo la forma de un parlamento de lengua suelta u argot, se anotan o graban los fraseos, pero también ella contesta, abre más y más las sintonías hacia los cosmicadenos nutrientes de los channelings eteristas.
-Bien: listo entonces para educir los elementos del veredicto- anuncio al final, cansado y rendido-. Los imputables son: 007, por asesinato y consumos afuerígeras, seguro. Leo: por envenenamiento y práctica ilegal de la brujería, también. Déborah: por asesinato, y Niko ídem. Ok. Y Verónica: por fomentar cultos espúreos estando muerta. ¿Está claro? Así es que como juez orbitador que se autoconvoca, los declaro muertos al instante, pero con tres segundos finales de hablalia.
-¿Qué es la muerte, Vero?- pregunta James.
-Una ausencia ininterrumpida de series.

NaHaR rAhAn, 1998 ®?

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