12.6.08

Pajarístico, Andrei Bieli, Glosolalia.


Continuando las pistas sobre la lengua de los pájaros y diversos diagonalectos que fueron lanzadas al inicio de este Blog (ver posts de Marzo), acaba de llegar una esperada reseña escrita por Electrum Hashmal y publicada hace meses en el Códex Molecular Ombligo 23. El título completo es: DOS TRANSRACIONALES: ANDREI BIELI + KHLEBNICOV / Primera Entrega: ANDREI BIELI, Glosolalia.
Entregamos fragmentos de esta breve introducción para que los adictos a la Escuela Cuaternaria Inter-Reinos (ver primera entrada) agreguen nuevos viáticos a su itinerario intermedial. Como siempre, los interesados en asistir a la ECI-R pueden dirigir su consulta a eal@abaconet.com.ar


ANDREI BIELI, Glosolalia

Andrei Bieli o Bely, pseudónimo de Boris Nokolaevich Bugaev, nace el 26 Octubre de 1880 en Rusia y muere el 8 de Enero de 1934. Escribió poesía, novela y ensayo. Como buena parte de sus contemporáneos rusos empieza a publicar sus escritos en Berlín, entre 1921 y 1923. Glosolalia es publicado en esa ciudad, en ruso, en el año 1922. También será la oportunidad de contactar a Rudolph Steiner quien por esos años pasaba la mayor parte del tiempo en la capital alemana. Su Glosolalia es un meticuloso eco trans-semiótico, en clave de pensamiento cosmopoético, de la euritmia steineriana, que surgiera en aquellos años como la performance inherente a la catexis antroposófica que empezaba a gestarse. Tanto en la Glosolalia de Bely como en la euritmia, el foco está puesto en la relación sonido – movimiento – palabra – danza – gesto, menos como una reflexión estética que como una minuciosa acción cosmogenética in corpore.
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En los años 20 la euritmia contaba con ese poder de lo gestual izado a obra, que de hecho estallaba en cada resquicio del arte de vanguardia. En el caso de la euritmia aún irradiaba el poder de lo que se acaba de descubrir bajo deslumbramiento experimental, sin haber sufrido su fijación pedagógica. Es bajo este signo o presión que Bieli compone su largo poema glosogenético. En el mismo año, 1922, da una larga charla en la Berlin Russian House of the Arts dedicada a la euritmia. A través de estas indagaciones coreográficas Andrei llega a interesar al director de teatro y actor Vsevolod Meyerhold (también esposo de Isadora Duncan por algún tiempo), quien propulsó una de las primeras maquinaciones constructivistas y perfórmatas de la actuación, a través de un énfasis gestual, kinético, mímico y postural, soslayando la actuación como mera emisión y dramatización de textos. El director de cine Eisenstein empleaba exclusivamente actores que trabajaban con los métodos de Meyerhold, una sincrética mezcla de simbolismo y futurismo que dejaría perplejo a más de un acólito de la noción de ruptura.
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En medio de esos intercambios convergía Andrei Bely con su semiogénesis glosolálica. Por supuesto su impronta sensualista a la vez que esotérico-mística, de influjo simbolista (la “segunda generación de simbolistas”, la llama Echavarren en Pasión y Poesía en la Edad de Plata Rusa), liga justamente a la llamada edad de plata (1890 – 1917), como un prodigioso eco eslavo del simbolismo europeo de fin de siglo. Unos años después Andrei Bieli será mencionado por Vladimir Nabokov, el conocido autor de Lolita, como el creador de una de las cuatro novelas más importantes del siglo XX: Petersburgo. Y es evidente que el inicio de Lolita, uno de los comienzos de novela más brillantes que existen –según afirmara alguna vez Enrique Pezzoni– es un homenaje menos velado que talentosamente libidinal a la Glosolalia de Bely: “Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar, para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.”.
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Trayendo a colación diversos vínculos con Steiner y la euritmia, será Schwaller de Lubicz (miembro fundamental del affair Fulcanelli) quien, interesado en la experiencia comunitaria del Goetheanum de Rudolf Steiner en Domach, Suiza, 1919, crea a su vez, contemporáneamente, la Estación Experimental Suhalia, también en Suiza, 1924, ubicada en Saint Moritz, dedicada a la experimentación eurítmica (lo cual habla del estallido eurítmico en la Europa de esos años), homeopática, alquímica, científica, editorial, artística y artesanal (en especial vidriería medieval, tapicería y repujado en metales). Artistas como Jean Arp se hospedaron en esta estación experimental entre muchos otros que acabaron convirtiéndose en alumnos y discípulos de René Schwaller. Recién en el año 2005 un grupo de astrónomos e ingenieros reparan el telescopio de bronce de Chesa Margna, el pequeño y lujoso observatorio montado dentro de Suhalia para la investigación atronómica y astrológica que, tras el cierre de 1928, quedara abandonado hasta su primera recuperación en los sesenta.
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Una última escama de este caudaloso influjo entre arte y corrientes mistéricas –en lo que ambas tienen de experimentales–, cabe citar un fragmento del artículo de Roberto Echavarren mencionado con anterioridad, donde se refiere a dos “poetas campesinos” de la edad de plata, Nikolai Kluev y Serguei Esenin (éste citado por Bieli en su Glosolalia, además otro de los esposos de Isadora Duncan, con Vsevolod Meyerhold, mencionado antes, todo lo cual va articulando la espira poli-sintonista que proponemos):
“Kluev (1887 – 1937) provenía de una familia de viejos creyentes de la secta de los Jlistis (también llamados “Cristos” o flagelantes) de la región de Olonets, en el extremo norte. El amor de su tierra natal y de las artersanías de la zona, la pintura de íconos y los himnos religiosos de los Jlisitis, que él mismo empezó a componer desde muy joven, permean todo lo que escribió. En 1912 se publicaron en Rusia dos de sus libros de poemas, El campanear de los pinos y Cantos fraternales”.
En particular Andrei Bieli entra en la corriente iniciática rusa a través de su iniciador en la tradición mistérica Pierre Kaznatcheev, a cargo de varias logias martinistas en ese país, quien además portaba linajes rosacruces alemanes (Gold und Rosenkreutzer). En esta misma logia moscovita (San Juan Apóstol) es iniciado Ouspensky, el conocido discípulo de Gurdjieff. Extensa egrégora que arranca, entre otros, del zapatero y místico Jacob Boehme, que después Bieli conecta a su manera con la mística sofiánica rusa, teñida de paganismo estepario, más el influjo directo que recibe de Rudolf Steiner a quien frecuenta personalmente en Berlín. Para ese entonces ambos eran dos potencias saludándose.
Sin embargo Andrei Bieli es lo suficientemente lúcido como para captar que una cosmología poética, para un artista en sus luces, no es deseable ni consistente que se articule bajo una beata abstracción teosófica. Tiene que darse a la vez un acorde histórico, fisiológico y semiótico, vale decir una semiótica transmaterial que le venga del arte y el pensamiento contemporáneos, a la vez que de una artesanía sub-lingual transhistórica: tiene que contar con elementos nerviosos que hagan carne, situados en una fecha, y a la vez con secreciones glandulares y fases anorgánicas vinculadas a toda clase de diagonales anhistóricas y no-humanas. La morfogénesis semiótica de Bieli parece un avatar del materialismo espiritualista pre-socrático y médico-estoico. Ni un rastro de idealismo abstracto tan frecuente en el esoterismo occidental. El cosmos es el paladar y la lengua su bailarín secreto, secretante. Y los brazos del bailarín mantienen una relación no lineal, y por completo física a la vez que energética, con los movimientos de ese otro bailarín que es la lengua en la caverna húmeda y sellada de la boca. Génesis fisiológica no-lineal a partir de un sistema nervioso que ya no responde a la causalidad mecánica. Génesis de poeta, en sentido tan arcaico como performático: génesis dionisíaca y órfica (y hasta cabría recordar el movimiento pictórico bautizado orfismo por Apollinaire, encabezado por Robert Delaunay, con sus coreografías cromáticas anticipadoras del pop-art de corte lisérgico).
Por otro lado es interesante resaltar la cantidad de indagaciones semióticas, lingüísticas y glosolálicas llevadas adelante en aquellos años por dos generaciones enteras de simbolistas y luego por las vanguardias históricas europeas tanto como por las latinoamericanas. A modo de adelanto nos basta resaltar por ahora, en lo que respecta a Rusia, el singular trabajo de Khlebnikov alrededor de su creación del Zaum, lenguaje transracional de signos, gestos, colores, sonidos, que espiaremos en nuestro próximo envío. El Zaum de Khlebnikov y la Glosolalia de Bieli, con todas sus diferencias de enfoque y proyección, conforman dos incitaciones contemporáneas a articular esta indagación de los diagonalectos y semióticas transmateriales.
Abrimos paso entonces a nuestra precaria traducción de Glosolalia. Decimos precaria ya que fue hecha desde el inglés, no desde el ruso, que es la lengua en la que Bieli publicó su texto. De allí que se trate de una traducción al paso, a fin de abrir el texto a nuestros lectores por unos minutos, a manera de primer acercamiento que podrá ahondarse por mejores vías y con otros tiempos.

Electrum Hashmal
Hotel Khun, El Cairo
Antes del 2012

Nota: segmentos traducidos de la Glosolalia de Bely se incluirán en próximas entradas.

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