29.6.08

Noches de Invierno Alógeno.

La Lengua de los Pájaros.
Fragmentos desgrabados de la charla ofrecida por Elina Khar dentro del ciclo Noches de Invierno Alógeno, año 2007.

(…)
Ahora salimos del terciario por la puerta cardíaca y entramos al precámbrico de los pájaros, y este precámbrico comporta, primero, toda una embriología cardiovascular, que será como su propia génesis conjuntiva, que a la vez bien podría ser, por su lado exterior, algo tan emblemático y kitsch como un corazón tatuado con la palabra joi (esto para los fetichistas).
No es nuestra idea dar una introducción a la experiencia y concepto del joi en el trobar clus provenzal, sencillamente aclaramos qué dirección señala este nuevo leitmotiv alógeno: la vía cardíaca, como embriogénesis de la lengua de los pájaros, lengua que no podría comprenderse sin la función genética del joi, del gozo.
En este punto no sólo tendríamos que espiar la poesía del trobar clus del siglo xii y xiii, sino las vías místicas devocionales del sufismo a partir de las doctrinas teofánicas de Ibn Arabi y sus Hermanos de la Pureza, que coinciden en época y región con la explosión de la herejía cátara en el Languedoc y con el gran asentamiento de cabalistas judíos, más los alquimistas y astrólogos que plagaron las zonas de contagio europeo-africano al sur de Europa, sobre el Mediterráneo, y que, de una u otra manera, hicieron ancla en toda una ciencia del corazón.
Esta ciencia, en la sofiología de Ibn Arabi, propone que el corazón es un órgano de conocimiento. Su facultad es una intuición comprehensiva que, como en Bergson, implica un método. Vale decir: hay acercamientos ceremoniales y devocionales, hay efusiones iniciáticas, hay aguzamiento del oído (vamos a oir hablar del tercer oído –no podía ser de otra manera tratándose de pajarísitico), hay dictado par coeur, como diría Derrida, al que habrá que saber seguir y serle fiel.
Ahora bien, esta vía cardíaca es para nosotros un aspecto importante para captar la lengua de los pájaros, por su carácter de cultivo, por su función genesíaca en relación al pajarísitico, así que nos detendremos unos minutos aquí.
El corazón va a gozar de su conversión en receptáculo, en un medio para cierto tipo de cocciones, diríamos, ya veremos hasta qué punto en un sentido casi literal, y también para cierto tipo de recolecciones -de fuerzas, de visiones, de audiciones- a la vez que un difusor calórico de una sustancia o viático. Vale decir: se trata de hacer del corazón un nido, y hasta podríamos exagerar menos diciendo: un huevo, un huevo filosófico, un huevo Dogon, un huevo órfico, y hasta un huevo a la manera del Cuerpo sin Órganos en Deleuze. Tengamos presente que este huevo es sobre todo un horno, un horno filosófico, cuyo infinitivo clave, perlongheriano, será la palabra reverberar.
Por lo tanto se trata de entregar el órgano cardíaco a un devenir-nido, a un devenir-horno de reverberaciones, que puede ser también un devenir caverna, gruta iluminada, como la cueva teofánica de los Reyes Magos, o como la visión en caverna que pide Echavarren para la emisión de su andrógino. O bien, como lo propuso Juan Salzano en su charla sobre Macedonio: entregar el corazón de la lengua a un devenir-hornero. O bien, como lo quería Ibn Arabi: entregar el corazón a una cardiognosis extática. Todas estas, lo habrán comprobado, son experiencias del calor, vale decir: de la efusión y la fusión. Y además y en consecuencia: de los vahos coloreados, que, como en toda tiniebla bíblico-alquímica, tienen propiedades generativas y regenerativas, tal como el vaho de luz estelar que evapora la gruta de los Magos cuando nace el avatar de Hibil-Ziwa, o del Hombre Primal de los nazarenos.
Lo que estamos haciendo es lo que siempre hicimos con cada curso manikhémico: abrir, cada vez, otra sección de una fisiología-otra, llámesela Cuerpo Sin Órganos, Sistema Nervioso Descentralizado, nueva carne, cuerpo radiante o máquina de trinar. En este sentido deberíamos pensarnos más como médicos que como poetas: en la medida en que vamos levantando las capas de otras fisiologías posibles. Si después hacemos poesía, supongo que será algo así como una determinación secundaria de esta terapéutica a contrapelo.
Entonces, abrimos esta fisiología cardial y por supuesto comprobamos que el corazón devenido no se corresponde al corazón referencial: comporta una nueva red de capilaridades y morfodinamias en relación a las que, sin empacho alguno, responsabilizamos al devenir molecular: es la entrada al hormigueo vasto. Y si ya no estamos frente a órganos físicos es que entramos al universo de los órganos psico-espirituales, y que ya querríamos dejar de llamar órganos psicoespirituales para denominarlos galaxemas.
Ahora, si la relación corazón – huevo Dogon – horno de reverbero – máquina de trinar, etc., todavía es para nosotros un problema de mera analogía exterior y metáfora, implicaría que no rozamos nuestro CsO, que aún no generamos el vínculo que nos hace capaces de crear y experimentar una fisiología no referencial. Y la poesía como máquina de trinar, en tanto agente de licuefacción, no busca otra cosa que producir ese vehículo. “Lo hacemos o no lo hacemos, esa es la cuestión”. Y si lo hacemos, ya no es un ser ni un no-ser, es un extra-ser (un exudado o un evaporado: un incorporal).
Primera cuestión que venimos indagando: la lengua de los pájaros se incuba por la vía cardíaca: corazón tatuado (habría que ver cómo funciona el tatuaje aquí –para eso haríamos bien en releer a Sarduy–), tatuado con una palabra mágica que de hecho ya pertenece a nuestra lengua de los pájaros: la palabra joi. Resulta que ahora, al vincularnos molecularmente a ese tatuaje, y gracias a nuestra cocina cardíaca, zas!: obtenemos los primeros ronroneos de la criatura: los primeros movimientos intensivos del androide. Pero lo más sorprendente es que vamos obteniendo otro latido que el latido (otro latido virtual adentro del latido referencial). Latido anómalo, alienígena, que ya no nos pertenece. Habría que decir que empieza a pulsar la lengua del Pájaro (del Colibrí -es el título de la novela de Sarduy-). De hecho esta lengua, lo veremos, depende menos de la letra que del pulso, menos de la gramática que del latido. Haríamos bien en ir pensando esta lengua como una lengua pulsional, pero no en el sentido del modelo pulsional psicoanalítico, sino en el sentido más literal, a mano y concreto: como una meditación del latido. Ahora: estamos en problemas, porque este latido no arroja el más mínimo indicio de latido humano.

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