28.5.08

TAR.TARA.ZAIN. Novela orbital disparando.


Aquí esparcimos la primera entrega de unos ínfimos adelantos de la novela inédita, sostenidamente inconclusa, Tar-Tara-Zain, de Ak+Na Cónsul. Comedia esotérica influida por los dispositivos maquínico-forestales de Tarzán, el rey de los monos, en sus diversas versiones escritas y fílmicas, más las narrativas iniciático-esotéricas cercanas a la picaresca y al pulp antes que al romanticismo solemne y moralista del “adepto”, luego la novela de aventuras pero sobre todo la aventura molecular como plano de malabares hipo-sintácticos y sin género, luego el escritor contemporáneo como explorador de áreas psíquicas y argóticas (Artaud, Rousel, Michaux, Lezama Lima, Sarduy, Burroughs, Dick, García Vega, Libertella, Sánchez, etc.).
Además del capítulo Hueso Muerto, cuyos fragmentos aquí se editan, se registran otros, a manera de horizonte que dejamos asomar:
El Templo de las 3 Calaveras; La Estación Hidrobiológica; Los senderos retorcidos del Macabrey; El Hotel de La Laguna Negra.



TAR.TARA.ZAIN

“Tarzan is an avatar of Pan”, Ulva Binael


Capítulo Uno
Hueso Muerto
-fragmentos-

(…)

Ya se deja ver el diagrama neto de las pocilgas a contra-segelín y a un paso del mar. También lo voy notando por mi chanta refinamiento para discriminar el cambio de bouquets en el aire, ahora muy salobre o iódico cuando al abrirse los eucaliptos estallan los astros etílicos. En varias comunidades autónomas, a esta hora, se estarán enredando como derviches festejando sobre la orilla el despunte de las transmisiones, articulándose contra un mar escamado en lúnulas. Allí vienen los ranchos gemelares que Hueso Muerto compone a destartalo, negro sobre cromada yesadura (y Jungla:
soy Delio Leopardo para lo que gusten aspirando de las puntas de cada árbol).

(…)

Tar.Tara.Zain, algo apartado y asceta, nos merodea durante las noches de la menguante, a su vez acechado por dos o tres de nuestras mucamas falsas (nuestras espías auténticas). El ardor de la garganta por la cantidad de absenta ingerida, lo adama hasta el cogote a cierta altura de la atmósfera, vuelto ese danzante antropoide con glúteos tatuados por tintas de una profundidad de océano, coagulando el distinguido cola-less planetario del Rey de los Monos: mapamundi pulmonar que respira lento en las entrepiernas de goma. Sus mandriles se pasean sin pantalones con parecidos mapas de guerra, sus compañeros simios del Zoon Moa, itinerando entre las palancas de los tótems.

(…)

Delio Leopardo inaugura sus prototípicas eses por el deck exterior del saloon, dejándose caer en el trayecto de huesos entre las dos pocilgas. A medida que se le van despegando los primeros vértigos alcoholíferos a ras de arena, van apareciendo otros, menos obvios aunque igual de insistentes, como la invitación al oráculo de la tapera, unos quince metros a la izquierda, llamándolo a la contemplación de su espejo de ónice.

Intentando distraerse de ese atractor extraño, cuya insistencia conoce y rechaza, alisa la arena con los pies y sin darse cuenta borra una palabra que estaba escrita: ZOM ... BEE ... ISME, deletrea. Al instante, de la evaporación de esas sílabas se exhuma otro telón –otro desmayo súbito–, más inapelable que cualquiera de los que hasta ese momento lo habían arrojado a la arena. Lo toma un vértigo nauseoso de segundos durante el cual unas tizas rayan su campo visual, ritmando el maelstrom de unos micro-deyas a repetición cuyas figuraciones no distingue y cuya indagación inyecta más vértigo, el desmayo que se va comiendo al ojo. Hasta que de nuevo –“otra vez”– aparece la ciudad casi orbital, pero terrenal hasta el detalle, de los Moa, como si la hubiera visto en otro abismo de sueño abierto sobre otro sueño en abismo, ningún recuerdo puntual a verificar, sólo un vacío en cuyos bordes vuelve a aparecer la ciudadela astral del Zoon, su falo de estiércol en una atmósfera de chakra. Por dentro de ese detenimiento o suspense de subjetiva sin foco, merodean unos hombres-mono que caderean lento, vibrados por las incubaciones que destilan los esfínteres del perpetuo templo móvil o modular, con sus paredes tatuadas por unos talismanes de Sirenas. Interfiriendo en la iluminación del plató, el efecto de la noche diurna de las películas del far west de San Diego, a punto de extraer una sombra del borde del aljibe o presto a dispararle a nada sobre las tejas ...

(…)

Por ejemplo hay combustiones a base de ladridos, a base de cantos de niños, a base de sofocaciones de jazz. Pero si llegamos al jazz llegamos a una mala interpretación de la improvisación con la que dimos. Hablamos menos de turnos y escalas que de un criatureo que repleta las escaleras y puertas, repletas las entradas y salidas. El gnosticismo es la semilla del show-bussiness, de la sociedad del espectáculo. Aumentan la ilusión para no atravesarla ya más, jamais. Así de repletados van los cultos, comprándoles entradas y avatares y hablando en interminables dibujos alegóricos. Gnósticos por el modo, por el tono, que no depende del habla sino de la calidad volumétrica o conductiva de los tropos, que es un menstruo mercurial sintacti(li)zado. No tener tono es el escribir agnóstico de los trabajadores universitarios. Y sin embargo el gnóstico no es el afuerígera conducente que nos toca ni el que encontramos. El conducente y conductor, es un minicerebro o planta que no se asimila ni a las plantas ni al cerebro, no se diferencia tampoco, los recorre como un reviolador ignoto que permea sociedades secretas, por lo secretantes. Pero el gnóstico puro es el dialéctico grueso, grave, si bien merecerá nuestra simpatía en sus suburbios menos obispados, por tan furiosamente operativo y a contrapelo.
-Justo esta increíble noche de promisión- pronuncia Jade mientras Ave no remata, asiente con una frase corta de slogan: "La misión es pocionarse".
Las telitas graciosas del habla … Todo parece venir del tremendo vórtex de Hueso Muerto, los escritores y payadores dejándose ir en la pura bambalina ladrada. Señal de que no cabalgamos, pero sobre todo de que cabalgar es una señal de trabajo, de quien tiene a pesar de todo argumentos. Pero dejar de argumentar es la prioridad de los que ladran. Ilusiones de cabalgar: changas para el Estado. En Hueso Muerto se crían chacales sin un solo monumento al caballo. Hay payadores glam que cabalgan perros …
Perdón: el alba con semejante Venus ... es con las firmas de la araña y el haya que nos abriremos al interior sintético de su Luz. Un arcano para todos esta noche, para dormitar en su carta llena de brisas de ataviquiers. Brisas ur-rociadas del arcano sobre todo, que mojan el sueño con la saliva de quien da las cartas. Las Turas del spray (Lucky Levanah sobre todo) atraen esa clase de plasmas: sus lenguas no serán de fuego sino de sombras, no las del alma sino las del doble del doble. Su doblez se abre al costado como la entrada a un club nocturno, no por el jazz malo que se escucha sino por la topografía descensionista para solistas.


Cuando estamos cerca de la mañana, las estrellas giran sobre sí deshaciendo la noche hasta imperar por el masivo rayado de su celeste. Emisión del día por mera intensificación del rayismo estelario, a punto de un Homero de oferta por nada, por un desliz hacia su amanecer rosa en la yema pinchada. Pronto empieza a mojar el alba y se ve a los mandriles retirase con sus culos dibujados por unas isobaras de azul Klein. En cambio Tar-Tara-Zain se cubre el nalgal con una pollerita carmesí de piel de cordero, rodeada por una cinta amarilla con huesos de pollo, más un triángulo dibujado en aerosol apuntando a su ojo perineal. Muy obvio o muy cómplice, invita a que se le acerquen a preguntarle por esa señalética adherida a su cuerpo de avatar traspirado. Abundosos de gadgets nos retiramos con los primeras ancas adentrándose en el Sotopalmar, y de allí en más el bosque tremendo, los hechizos forestales, los destiladores de lianas, las hierbas de Ska Pastora, las diademas de celofán,
me harté.

continuarán ...


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